y en el seno de la Iglesia. Ha asentado su morada en la tierra; aquí, entre los hombres pecadores y doloridos, la misma paloma está construyendo su nido y criando sus pichones para los reinos celestiales, de donde algún día remontarán el vuelo y cantarán en la luz de Dios. Tal es el desarrollo simbólico del Espíritu Santo en los dos primeros cuadros del Antiguo Testamento. Reunamos ahora, sacándolas de la figura, algunas de las más claras lecciones y sugerencias que ella nos presenta. El primer
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